BEATRIZ RIVAS con Mariel Turrent y Miguel Miranda


 

TROPO A LA UÑA reseña


El tortuoso prejuicio de la felicidad

Mariel Turrent

 

Lo que no he dicho

Beatriz Rivas

Alfaguara

2020

 392p.

 

 

A través de la escritura encontré la manera de crear un nuevo entramado, de tejer con paciencia mi historia personal que como todas las historias es producto de la ficción creadora”.

B.R.

 

 

 

A los libros de Beatriz Rivas me asomo como a un espejo. Somos contemporáneas, es escritora; como a mí, la muerte le arrebató a un buen amigo con el que aún platica y al que le gusta sentir “vital e impetuoso”, y como yo, ella ha tenido una vida feliz. También porque pasó su infancia en el mismo país, en la misma ciudad, en la misma colonia, y jugó, como yo, maratón y memoria —esa de las maracas y las muñecas en la que uno tenía que ir acumulando pares—. Pero "La vida no se trata de hacer pares, pero sí tal vez de acumular recuerdos", dice Beatriz.

Lo que no he dicho es un libro de recuerdos que empiezan a cimbrar a Irene, la protagonista, al inicio de un sismo. La novela transcurre durante el terremoto y termina con el terremoto. Y en este torrente de recuerdos, el lector —no solo yo— forzosamente se va reflejando porque las preocupaciones de Irene son universales: como a ella, a todos nos preocupa el paso del tiempo, ese que vemos claramente en el espejo; a todos nos persigue la culpa; a todos nos acompañan cada vez más muertos; y todos nos sometemos al amor de los hijos y los endiosamos.

Los recuerdos nos llevan a la confesión y de la confesión a la expiación para deshacernos de las culpas y respirar. Tal vez son una necesidad de contar nuestra versión, la razón (verdadera o ficticia) que hemos querido creer de por qué hicimos tal o cual cosa.

 

“Imaginemos que esta novela no es autobiográfica ni autoficción. Que ni siquiera es novela. Que, incluso, podría ser únicamente una serie desordenada de recuerdos, de esos que llegan de pronto, cuando alguien está a punto de perder la vida. Imaginemos que es todo lo anterior al mismo tiempo. O nada. Pensemos que lo que aquí cuento les interesa. ¿Será una especie de Bildung, pero un viaje hacia mi experiencia?”

 

El bildung —que Hegel definió como un desafío de crecimiento personal, una alienación dolorosa de la propia "conciencia natural" que lleva a la reunificación y al desarrollo de uno mismo— es lo que define mejor al libro de Beatriz Rivas.

 

“Decidí reconfigurar mi historia e inventar una ficción deseable y posible para lo que me quedaba de vida”

 

          En esta autobiografía novelada, la autora narra en primera persona sus memorias, va desenterrando todo, testimonios de sus abuelas y pasajes de su historia; una historia subjetiva porque está tocada por la propia experiencia y como tal, se convierte en ficción. Y es que eso es la novela, el único medio que resguarda la historia que la humanidad tiene de sus sentimientos, sus emociones y sus preocupaciones a través de los tiempos. La novela recoge todo eso que no se narra cuando se da fe de los hechos. En este camino por los recovecos de la memoria, la autora va construyendo los puentes que necesita la trama en la que transitan personajes conocidos, desconocidos y ficticios, nombres reales e inventados, fusiones de personalidades, todo amalgamado de manera acuciosa para cumplir con el propósito de narrar con un lenguaje que define a su personaje, y nos permite ubicarlo, sentirlo.

Sobre el proceso creador Rivas nos comparte que ella escribe todo lo que le llega a la mente, todo lo que tiene necesidad de ser contado debe salir sin censura, más tarde ya se verá qué funciona para la historia, qué es lo que puede ser interesante para el lector y qué no. Además, dijo: “También hay que pensar cuando uno escribe una autobiografía, que nuestra vida no es solo nuestra, sino que la compartimos con otras personas a las que no queremos lastimar”.  A su vez, los lectores deben siempre tener en mente que la memoria nunca es objetiva, dijo.

La autora elige como epígrafe una frase de Jean D´Ormesson: “Aquello que iba a jugar un gran rol a lo largo de toda mi vida: era la felicidad”. Beatriz confiesa que ha sido privilegiada, que ha tenido una vida feliz y dudó si eso que ella tenía que escribir le podía interesar a alguien: “Cuando empecé a escribir la novela empecé a recordar mi vida y pensé que a quién fregados le iba a interesar una vida color de rosa”. Parece que una historia feliz, literariamente hablando, tiene un horrible destino: no se vende. Los que no tenemos tragedias que contar, tenemos un camino más difícil como escritores si queremos hablar de ello. La felicidad no llama la atención. Pero ¿acaso no tenemos un compromiso con esa felicidad que se nos ha dado? ¿Acaso no tendríamos que reivindicar la felicidad? ¿Podría ser este un mundo mejor si la pudiéramos contagiar y convertir en bestseller? Este libro no es un libro color de rosa, (hay suicidios, muertes difíciles, enfermedades dolorosas) la felicidad no es color de rosa. La felicidad es una actitud frente a la vida y eso también tendríamos que explicarlo, tal vez así heredaríamos un mundo mejor.

Beatriz Rivas nació en la Ciudad de México, el 9 de mayo de 1965. Es una de las narradoras contemporáneas más prolíficas de nuestro país. Estudió Derecho, Periodismo y una maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana. Participó en los talleres de Edmundo Valadés, Guillermo Samperio, Humberto Guzmán y Miguel Cossío Woodward. Ha dado clases de Geografía política, Radio y Literatura; ha sido coordinadora editorial de Radio Red y editora ejecutiva de la revista Milenio. Ha publicado más de quince libros, entre ellos Dios se fue de viaje, Jamás nadie, Distancia, Todas mis vidas posibles, y otros más en coautoría como Amores adúlteros con Federico Traeger, Doble intención en con Ethel Krauze, Fecha de caducidad con Armando Vega-Gil y Eileen Traux, además de tener obra incluida en diversas antologías.


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