La predicción de lo inaplazable
Por
Miguel Ignacio Miranda
La
octava plaga
Bernardo
Esquinca
Almadía
2017
232 p.
En
estos días de angustiosa crónica de eventos terroríficos a nivel global, que a
finales del siglo XX pronosticaban un derrumbe de todos los sistemas con la
crisis del Y2K, pero que materializaron los demonios del odio el 11 de
septiembre, aunados a las crisis humanitarias de migrantes que huyen de sus
lugares de origen por hambre o por miedo, y cuyo punto culminante ha sido una
pandemia, donde el mundo ha estado inmerso por mas de un año, la humanidad vive
una ansiosa angustia en esta transición milenaria.
Con La octava plaga, Bernardo
Esquinca nos invita a replantear el sentido de la naturaleza; el orden de las
cosas. Seguramente el escritor nunca imaginó que algunos años más tarde nos
enfrentaríamos como especie a otro enemigo invisible. En La octava plaga,
la amenaza se halla inmersa en el reino de los insectos, en un monstruo
implacable que puede ser una marabunta, una plaga, un azote bestial de miles de
millones de insectos confabulados contra la humanidad entera.
Un entomólogo que descubre una nueva
especie de escarabajo, se convierte en el inicio de una novela construida como
un collage, y el lector astuto encontrará el dato como un planteamiento
de investigación; de lo particular a lo general y viceversa ¿qué relación puede
tener un científico que trabaja en el Museo de Historia Natural de Chapultepec
con la nota roja? Varias noticias que parecen salidas de periódicos legendarios
como el Alarma!, van generando la textura suficiente para que aparezca
Casasola, un reportero que, a punto de ser despedido, su jefe le encuentra
refugio en la nota roja del periódico donde trabaja. Deprimido por su reciente
divorcio y su inminente fracaso como periodista cultural, tendrá que convivir
con su exmujer, a quien sigue amando, trabaja en el mismo periódico y además es
asediada por otro reportero. Las inseguridades de Casasola van en aumento
mientras va descubriendo el oficio; un reportero de nota roja es un escritor de
sociales para un mundo decadente que se alimenta de morbo.
Conforme la lectura avanza, el lector
se adentrará en una novela policiaca, que cuando menos se lo espera, lo atrapará
en una telaraña; aparecen personajes geniales que fortalecen a Casasola dentro
de sus propias divagaciones; el Griego es un fotógrafo retirado de la nota roja
que le dará luces a Casasola, y que está inspirado en Enrique Metinides, aquel
legendario fotógrafo que todo lo vio a través de su lente. En este punto, la
novela demuestra la mano del escritor, que sigue los parámetros de una novela negra
pero que la unta de locura y "chilangués", como una torta de tamal y
champurrado afuera de cualquier estación del metro.
Con muchas referencias literarias,
algunas un tanto invisibles como la kafkiana, por ser la más obvia, el autor
dota de vida literaria a Casasola, que actúa como un náufrago del periodismo
cultural, citando a Rubem Fonseca, James Ellroy, DeLillo, Sabato y el
infaltable Poe.
Bernardo Esquinca
(Guadalajara, 1972), es un bicho raro de la escritura, se adentra sin ningún
pudor en la llamada weird fiction o "ficción de lo extraño" y
acierta con una novela de tintes oscuros, que se adentra en el bajo mundo de la
Ciudad de México, del crimen, de lo policiaco y en las cloacas donde la locura
anida sus pupas. La octava plaga fue la primera de la Saga Casasola en
2011, reeditada por Almadía en el 2017, es la puerta de entrada a una ficción
chilanga llena de locura, manicomios, nota roja, insectos, fisgones escondidos
entre las cortinas y algo de terrorífico amor.
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