"Ladro, luego escribo", la cuarta antología de autores malix
Por cuarto año consecutivo, Malix Editores presenta su antología de autores independientes Ladro, luego escribo en la que se reúnen los textos de: Hector Infante, Ana Suárez, Diego Covarrubias, Gabriela Segura, Lorena Careaga Viliesid, Elizabeth Ortiz, Pilar Carrasco Mahr, Itzel Castillo, Cecilia Carranza, Tessy Cifuentes López, Gabriel Vázquez Dzul, Sandra Monjarás, Ana Esther Urquizo, Lil Fernández Osorio, Dan Oropeza, Irmgard von Wobeser, Nelly Semeijn, Luis Fernando Redondo, Mariel Turrent, Miguel I. Miranda, Carlos Mendoza, Ricardo Saúl Aguilera, Josué Martínez y Emelyn I. Pérez.
Prólogo del editor
Queridos
congéneres, este pez que está aquí en mis manos es producto del viaje que hice
al fondo del océano, donde me atacaron ballenas, me persiguieron tiburones, me
enredé en algas, me estrangulé, me asfixié, y aquí vengo, huevón, con este
pescadito, chiquitito. Si en ese pecadito se puede ver el océano, ahí está el
cuento.
Antonio Skármeta
Tras un 2020 de confinamiento en el que el Taller de Escritura Malix
creció exponencialmente y extendió sus brazos para envolver otras fronteras, el
2021 fue un año de consolidación. Empezamos a salir y a entender lo que había
significado el encierro y a experimentar la vida a partir del confinamiento. Solo
una cosa nos hace únicos e irrepetibles en este planeta: la conciencia. Eso nos
distingue no solo de los animales sino de las computadoras que ahora son capaces
de superarnos en muchas tareas y hasta de escribir novelas gracias a formulas
infalibles. Pero ¿para qué nos sirve la conciencia? La respuesta que da el reconocido
filósofo Juan Luis Arsuaga es que esta nos permite formular hipótesis examinando
nuestras propias experiencias. Cuestionar nuestro comportamiento, analizarlo y
luego interpretar el ajeno. Pero nada de eso podríamos hacer si no tenemos la
experiencia propia, leemos nuestro pensamiento y así leemos el de los demás,
prevemos lo que va a suceder en base a lo que averiguamos anteriormente,
anticipamos las reacciones de los otros y así vamos fraguando historias, suponiendo
escenarios. Como escritores, además, agregamos algunos condimentos creativos al
caldo y lo cocinamos en palabras. Nos atrevemos a tensar las opciones hasta
volverlas imposibles en la realidad, pero posibles en la imaginación, en la
nuestra y en la de otros.
En 1994 entré por primera
vez a un taller literario y me di cuenta de lo que significaba comunicar esos
mundos imposibles que nacen de nuestras propias experiencias a otras personas.
El taller literario funciona como un foro, en el que somos a la vez emisores y
receptores, compartimos nuestras creaciones, pero también compartimos lo que
nos provoca lo que otros han creado. Es una especie de laboratorio en el que yo
pongo a prueba mi capacidad de comunicación: ¿qué provocan en el otro mis
palabras? Y así, al ver las diferentes reacciones vamos poco a poco
perfeccionando nuestra técnica, puliendo nuestro lenguaje, enriqueciéndolo. Los
talleres literarios provocan una hermandad de adictos que viajan constantemente
a mundos alternos y viven vidas paralelas.
El escritor colombiano, Mario Mendoza, dice
que quien viven entre libros es todas las personas porque es capaz de mutar en
cada personaje; es “el andrógino, el trasvesti, el camaleón que cambia el color
de su piel según el lugar y las circunstancias, el mago que aparece en un
argumento y desparece en otro, el ilusionista que cambia el rostro y la
identidad según la trama y la ocasión, el gran brujo que fluye de máscara en
máscara en la medida que avanzan las páginas y los capítulos de sus narraciones
literarias”. Eso somos los escritores. Somos esas personas capaces de
convertirnos en aquello que nos proponemos, e internarnos en lo más profundo de
su ser hasta sentir nuestras sus vísceras, su aliento, sus emociones, sus
sufrimientos. Pero lo más maravilloso de ser escritor es que podemos
compartirlo con nuestros lectores. Nos vamos haciendo cómplices de los actos literarios íntimos de los
otros, nos implicamos viviendo las experiencias de los otros. En los talleres
literarios reímos a carcajadas, pero también lloramos. Dice Antonio Skármeta
que las historias convencen por el grado de humanidad que llevan y no
por el vericueto técnico, si no
dejamos en cada frase esa emoción que nos hierve dentro, nuestras palabras se
evaporan o se vuelven acartonadas y vacías, como las que avienta en serie la máquina
productora de Bestsellers.
He aquí nuestra experiencia gozosa y aterradora del
2021, si tienes este libro en tus manos, lector, sabe que no es exclusivamente
nuestra, sino de todo aquel que se atreve a entrar en nuestro mundo, a vivir
otra vida a convertirse otra persona.
Mariel Turrent, Cancún Quintana Roo, junio
2022
Comentarios
Publicar un comentario